Por Julio Llamazares (publicado el 08.03.2015 http://www.lanuevacronica.com/los-brazos-de-la-y en La Nueva Crónica)
Sin entrar ni salir en el debate de fondo que ha provocado ‘Tierra de Sabor’, la marca institucional alimenticia creada por la Junta de Castilla y León para promocionar los productos de la autonomía, sí quiero incidir en su incorrección lingüística, pues poner en singular una definición referida a dos regiones distintas lo es, se pongan como se pongan sus instigadores. Es el propio Estatuto de la Autonomía, no yo, el que en su articulado afirma que la Comunidad Autónoma de Castilla y León la integran dos regiones preexistentes: las históricas Castilla la Vieja y León.
Malos tiempos son estos en los que hay que demostrar lo evidente decía Dürrematt, pero hay que volver a hacerlo, como en el caso que nos ocupa, pues una cosa es la política y otra la lengua, si bien continuamente se utilice ésta en beneficio de aquélla y no siempre de un modo ortodoxo. Porque de ninguna manera se favorece la lengua (su correcto conocimiento y manejo, quiero decir) cuando buscando frutos políticos, como la consecución de una presunta unidad que no existe en la realidad, ni siquiera en el propio Estatuto de la Autonomía, como se acaba de señalar, se inventan palabras nuevas tales como ‘castellanoleonés’ (unión de dos gentilicios que, como decía Ana Botella, la alcaldesa de Madrid, refiriéndose a las peras y a las manzanas para manifestar su oposición al matrimonio homosexual, mal puede alumbrar uno diferente) o se fuerza la sintaxis hasta el punto de que a dos sustantivos les sucede un verbo o un adjetivo en singular, como la Junta de Castilla y León hace cuando en sus campañas publicitarias afirma que Castilla y León «es» vida o, como ahora, es «Tierra» de Sabor, obviando que son dos tierras, como su propio nombre (Castilla «y» León) señala.
Así las cosas, puede que en vez de citar a Dürrematt, cuyo apellido les sonará a chino a los consejeros, me temo, citaremos al gran Antonio Pereira, quien tituló uno de sus libros de cuentos ‘Los brazos de la i griega’ quizá intuyendo lo que iba a venir.
Sin entrar ni salir en el debate de fondo que ha provocado ‘Tierra de Sabor’, la marca institucional alimenticia creada por la Junta de Castilla y León para promocionar los productos de la autonomía, sí quiero incidir en su incorrección lingüística, pues poner en singular una definición referida a dos regiones distintas lo es, se pongan como se pongan sus instigadores. Es el propio Estatuto de la Autonomía, no yo, el que en su articulado afirma que la Comunidad Autónoma de Castilla y León la integran dos regiones preexistentes: las históricas Castilla la Vieja y León.
Malos tiempos son estos en los que hay que demostrar lo evidente decía Dürrematt, pero hay que volver a hacerlo, como en el caso que nos ocupa, pues una cosa es la política y otra la lengua, si bien continuamente se utilice ésta en beneficio de aquélla y no siempre de un modo ortodoxo. Porque de ninguna manera se favorece la lengua (su correcto conocimiento y manejo, quiero decir) cuando buscando frutos políticos, como la consecución de una presunta unidad que no existe en la realidad, ni siquiera en el propio Estatuto de la Autonomía, como se acaba de señalar, se inventan palabras nuevas tales como ‘castellanoleonés’ (unión de dos gentilicios que, como decía Ana Botella, la alcaldesa de Madrid, refiriéndose a las peras y a las manzanas para manifestar su oposición al matrimonio homosexual, mal puede alumbrar uno diferente) o se fuerza la sintaxis hasta el punto de que a dos sustantivos les sucede un verbo o un adjetivo en singular, como la Junta de Castilla y León hace cuando en sus campañas publicitarias afirma que Castilla y León «es» vida o, como ahora, es «Tierra» de Sabor, obviando que son dos tierras, como su propio nombre (Castilla «y» León) señala.
Así las cosas, puede que en vez de citar a Dürrematt, cuyo apellido les sonará a chino a los consejeros, me temo, citaremos al gran Antonio Pereira, quien tituló uno de sus libros de cuentos ‘Los brazos de la i griega’ quizá intuyendo lo que iba a venir.
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