Por Santiago Trancón Pérez (publicado el 19.02.2015 en http://www.lanuevacronica.com/a-que-sabe-tierra-de-sabor, en La Nueva Crónica)
Me llega un comunicado de la asociación Comunidad Leonesa en que se denuncia la campaña de la Junta de Castilla y León para imponer la marca ‘Tierra de Sabor’. Son tan claros sus argumentos que merecen ser compartidos y difundidos. Añado algunas reflexiones.
Empecemos por el eslogan: es una ‘birria’. La ambigüedad no funciona siempre en publicidad. ¿Sabor a qué? Es como lo del ‘derecho a decidir’. ¿A decidir qué? Los inventores han echado mano de la polisemia ‘tierra’ (terreno) y ‘Tierra’ (territorio), identificándolo todo con ‘Castilla y León’. Presuponen que las connotaciones son por sí mismas positivas: ‘tierra’ es ‘pureza’, ‘arraigo’, ‘tradición’ y, por lo tanto, el sabor a tierra es «tradicional, sano, natural, no contaminado»...
El abuso y la manipulación semántica es evidente, porque ni existe tal ‘Tierra’ ni tal ‘Sabor’. El mecanismo es el mismo que usan la mayoría de los políticos: basta con nombrar algo para que eso exista. Digo que ha pasado la crisis y la crisis me obedece y se esfuma. Digo que Cataluña no es España, y Cataluña deja automáticamente de serlo, lo diga la historia o su porquero. De lo que se trata es de instalar en la mente de los ciudadanos aquello que se quiere conseguir para darlo por hecho e inevitable. La conjunción ‘y’ es copulativa, une dos realidades distintas, pero no diluye una realidad en otra. Contra esta lógica semántica ha tenido que luchar desde sus inicios la comunidad de Castilla y León. Dado que las autonomías trataron de legitimarse echando mano del concepto de ‘identidad’ (histórica, cultural, étnica o metafísica), el invento de ‘Castilla y León’ ha sido siempre problemático.
Participé en el primer gobierno autonómico del zamorano Demetrio Madrid. Los leoneses que entramos en aquel gobierno aceptamos los hechos e intentamos dotar a la autonomía de un sentido integrador. Fue un período positivo para León, pero la lógica iba por otros derroteros. Pronto se empezó a ver la dificultad de unir lo que la política había unido, pero no la realidad. El problema no era ‘identitario’, sino práctico, de distribución y equilibrio del poder territorial. La tendencia a la ‘centralización’ (al control del poder, entendámonos) iba en un sentido opuesto al de la eficacia y el respeto a las diferencias.
El asunto ‘Tierra de Sabor’ pone de manifiesto todas las contradicciones e incongruencias del modelo. Ante la imposibilidad de promover una identidad inclusiva, la Junta ha optado por crear un eslogan que la imponga. Pero la lucha no es sólo política e ideológica, sino comercial. Estos neoliberales son más intervencionistas que Franco. Van incluso en contra de la lógica del mercado. La marca ‘Producto de León’, por ejemplo, es infinitamente más eficaz que ese sabor indefinido. Pero además juegan sucio, cuelan gato por liebre: bajo su sayo esconden productos venidos de Dios sabe dónde. Como todo es publicidad, qué más da lo que se venda con ese reclamo.
Existe la denominación ‘producto ecológico’ opuesta a la confusión de ese sabor a tierra (¿por qué no a montaña, a ribera, a huerta o a campo?) y podría existir el ‘producto de Castilla’ junto al ‘producto de León o del Reino de León’. No hace falta ser leonesista para defenderlo. No hace falta apelar a ninguna identidad para estimular la producción y el comercio siguiendo criterios de calidad y eficacia. Los mezquinos intereses políticos y comerciales de unos pocos no pueden imponerse a los de la mayoría. El drama es la falta de ideas claras de los partidos y su incapacidad para ir a la raíz del problema. ¿No va a haber elecciones? Pues eso.
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